Los
padres suelen regalar móviles a los hijos a una edad temprana porque se sienten
más seguros, así pueden mantener una conversación directa estén donde estén.
Esto se transmite y por ello los adolescentes sienten cada vez más la necesidad
de llevar un móvil consigo a todas horas, aunque no con los mismos fines que
sus padres.
Atrás quedaron los típicos regalos que se hacían en la Primera
Comunión, ahora el regalo más demandado es el móvil. La nueva generación vive
conectada, está en contacto con la tecnología casi desde la cuna: vídeos,
walkman, Internet, videojuegos, reproductores de CD. El nivel de consumo en
estos campos es superior al de un consumidor medio.
Estamos acostumbrados a tenerlo todo y esto se manifiesta en la
capacidad de invertir el total de unos ingresos (propios o no) para mantenerse a la última.
Para
solucionar el problema del abuso del móvil tenemos que ir más allá de la
información que puedan recibir los padres acerca de los efectos del móvil.
Puede que con esto se reduzca un poco su uso. Lo importante es la
concienciación de que no estamos ante un simple juguete.
Es paradójico el hecho de que un aparato tecnológico, que para los
jóvenes proporciona independencia, cree tanta adicción entre la población
adolescente. El móvil está para ser usado en momentos necesarios, para eso fue
creado ¿no? Para mantener una conversación directa a pesar de estar distantes,
no para cualquier cosa. Ha quedado probado que no es inofensivo. Tanto el
móvil, como Internet, han demostrado que hemos dejado de mantener una
comunicación personal con aquellas personas que vemos a diario para sumergirnos
en una realidad virtual.
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